Nacho visita un barrio pobre.
Miércoles 28 en Pan y Circo.
Como siempre, el concepto de Zur Infotainment es ajenizar.
Ajenizar la pobreza, ajenizar la violencia, ajenizar la miseria.
No son nuestras, son de los otros.
De los pobres, de los ignorantes, de los sub-uruguayos, de los sub-humanos.
De los que solo conviene mostrar así, con cumbia villera argentina de fondo.
Rinde más esa musiqueta porque es más terraja aún que la cumbia nuestra, que está de menos.
Me hace acordar a aquellos libritos "Mónica descubre la granja": Nacho descubre el cantegril. Entonces se viste más "sencillo". Cambia la camisa polo por una chomba gris, a la que le debe haber recortado el cocodrilo de Lacoste para no marcar demasiado. Debe haber visto a Victoria recorriendo los cantes de Maldonado vestida como una modelo en A conciencia, y entonces tomó las medidas del caso para no quedar tan mal. De todos modos, aunque lo intente, no puede disimular su cara de asco, ni el miedo que siente de estar ahí.
Pobres pobres que no tienen todo lo que yo tengo.
Álvarez descubre que hay gente que toma pasta base, que hay gente que roba cables para comer, que hay niños que conocen las armas porque sus padres las dejan al alcance de su mano.
"Ahora vamos a entrar en el 40 semanas, la zona más temida de Montevideo, un lugar por donde pasar es impensable", dice Nachito. De paso le tira un palito a una ONG —creo que Gurises Unidos o Tacurú, no me acuerdo— porque no los acompañó aduciendo que el informe estigmatizaría al barrio, lo cual, a la luz de los hechos, es cierto, y hace muy compartible la negativa de la ONG a prestarse a ese circo inmundo.
Alvarez les tira de la lengua, y la gente simple no oculta y se muestra tal cual es, sin miedo de la cámara. Los induce a decir que se falopean, que tienen antecedentes, que estuvieron en el Comcar o en Libertad, que rapiñaron, que coparon... Los expone a represalias, a ser estigmatizados, a que la policía los registre y después los reprima por sus dichos.
El director de cámaras enfoca de cerca todo cuanto tiña la pantalla de amarillo: los porros, las palancas de pasta base, las botellas con vino, las cicatrices, los dientes ausentes, las orejas mutiladas, tal cual lo hizo hace poco en Sudán con niños pequeños con sus cabezas destrozadas por bombas incendiarias.
En una increíble muestra de subestimación a sus televidentes, Nachito registra el momento en que unos policías le piden documentos a un motocicista. Lo tratan muy bien, y el tipo dice que nunca tuvo problemas con los policías. Claro... pequeño detalle... lo dijo delante de una cámara de televisión encendida.
Se hace el bueno y los saluda. Les da la mano, al tiempo en que los escracha ante todo el país, desnudando sus miserias. Seguramente el que roba cables o el guacho que dijo que su padre tenía una nueve milímetros deben haberse ligado una paliza ni bien se emitió el programa.
Cerca del final del informe, Alvarez anuncia el momento más intenso: "Vamos a entrar de noche al 40 semanas, vamos a ingresar a tierra de nadie, a la zona más roja del país". Pues bien, no estoy muy seguro que realmente haya estado en el 40 semanas. No hay cómo comprobarlo. El foco no alcanzaba a iluminar más de 5 metros, y la verdad es que Pan y circo no me inspira ninguna credibilidad. Lo único que encontraron ahí adentro fue cientos de gurises revoloteando alrededor de la cámara, unos veteranos jugando al truco y tomando vino —lo mismo que yo y tantos otros hicimos cientos de veces en nuestra vida—, y niños comiendo en condiciones deplorables.
No pudieron mostrar violencia física, que era lo que iban a buscar estos mercenarios mediáticos. Se quedaron con las ganas de mostrar sangre.
En síntesis, Pan y circo chupó sangre pobre en su provecho, y defecó en los ojos de cientos de miles de uruguayos. Nada más. No aportó nada nuevo ni útil. No informó. Deformó.
En estudios, Jorge Zabalza —invitado de esa noche— no dijo nada sobre el espectáculo lamentable que acababa de presenciar en primera fila. Él, que se llena la boca hablando de los pobres, no fue capaz de enrostrarle a Alvarez el sucio e indigno acto que acababa de cometer. Se calló porque le convino, porque le servía esa pantalla para jugar el partido que ahora ha comenzado a jugar, de cara a las elecciones, justamente tildando de electorera a toda la estructura política frentista.
Hizo mutis. Tragó. Especuló. Se aguantó. Porque le convino. Me dio el mismo asco que Alvarez y su troupe.
Dos seres tan opuestos en su discurso y su accionar coincidieron en generar en mí la misma repulsión. Dieron pena y cuentan con mi más profundo rechazo.