8.5.06

Los otros yo

El sábado fui a ver a El otro yo en el Plaza. Las nueve de la noche era la hora señalada. Llegué nueve y diez y el barullo que venía desde abajo era demasiado fuerte. Bajé la escalera del Plaza dos (ex Cine Central), y allí estaban unos 250 o 300 pendejos de no más de 23 años y unos 15 o 20 abuelos de 30, meses más, meses menos. Abundaban los lentes negros de marco grueso, anteojos de sol, piercings, pelos teñidos de verde, rosado y fuxia, y varoncitos producidos con igual o mayor esmero que sus compañeritas de facu. El aire apestaba a estudiante de comunicación experto en todo objeto o persona que tenga algo de indie.
Los terrajas a los que les gustan La Vela Puerca y NTVG estaban en el Parque Rodó viendo a Arbol. Acá estaba la tribu cool, que de tribu tiene muy poco, porque la palabra indio es igual a negro, a grasa, a plancha, a murga o a mucama. Eso estaba bien claro.
Se abrieron las puertas y entró todo el guacherío, tal como entra el rebaño al camión que lo lleva al frigorífico. Primero tocó Insomnio, quienes hicieron lo que tiene que hacer un telonero siempre: subir, no saludar, tocar cuatro temas (no más) e irse. Hicieron un set punk setentoso, más cercano a los New York Dolls o el mismo Iggy Pop que a los Ramones, entre ellas una versión calcada de "New Rose" (tema de The Damned versionado por Guns n' Roses en The Spaghetti Incident). El cantante ponía la misma cara de desorbitado de Axl Rose hace 15 años, esa con la boca abierta como tomando agua de un chorro y los ojos duritos como Saralegui en minuto 90. Inclusive llegó a pronunciar "motherfucker". Pese a ese crímen, lo suyo fue bueno y contundente.
Cuando la pendejada pedía a gritos que aparecieran los hermanitos Aldana, se desayunaron que había otro telonero más: Santa Cruz. Con un flaco de melena a la Robert Plant y facha onda el cantante de Scorpions en vocales y guitarra, estos impresentables tocaron durante 25 minutos una sarta de temas indescifrables, tanto en ritmo, como en armonías y letras. Cuando el batero de sombrero tejano a la Nasser cantaba, me hacía acordar a la nena de la Teletón (la que estaba en silla de ruedas y no se le entendía nada de lo que decía).
Una vez superado el ruidoso incidente, y una hora con cuarenta y cinco minutos más tarde, finalmente le llegó el turno a EOY. Valió la pena esperar. El cuarteto pegó un tema con otro durante más de dos horas, y el guachaje agradecido. Juro que no veía un pogo semejante desde aquellos de la Casona de Pereira, con Nuestras raíces, de La Tabaré, allá por 1993, de donde El Trufa se fue una noche con un ojo negro, horas antes de sacarse la cédula. Buena música, buenos músicos, buenas guitarras, justos matices entre arpegios y distorsión, canciones asimétricas que cambian constantemente de ritmo y de alma, y altas dosis de energía en la interpretación, tanto de Aldana varón como de Aldana nena. Fuerte y expresivo, buena música para escuchar un sábado de noche en una fiesta de veinte. Nada más.
"Las fronteras son una mierda", aludió Christian Aldana al tema de las papeleras. "En realidad el sistema es una mierda", demagogió en seguida, ante una audiencia que en su mayoría pagó la entrada con la plata de papá o mamá gerentes, dueños o fuertes aportantes a la caja de profesionales. Igual el borregaje aplaudió como buen perro de Pavlov. "Esta se la dedicamos a todos los niños de Buenos Aires que duermen en la calle, que cada vez hay más", reincidió el carilindo de voz filosa, agudísima, casi más que la de su propia hermana, que sacudía sus mechas rubias a un costado.
Sí, es verdad. Noté en esa sala una gran preocupación por la marginalidad infantil, el déficit educacional del país, y la tasa de disfunciones genéticas en Bella Unión. Luego de una centésima de segundo de silencio en honor de los niños muertos, malformados y subsedarrollados intelectualmente por desnutrición en Uruguay, la banda siguió tocando. Y no sé cuando terminó porque pasadas las doce y media me fui. "La música que escuchan todos, yo no la escucho", dice una de las letras. La cantaron absolutamente todos. Nadie se tapó las orejas.

7 comentarios:

Coatí dijo...

solo vos leiste hasta el final.

aceprax dijo...

no, yo también leí hasta el final pero no comento más porque yo vengo seguido y usted al mío no va nunca.

Coatí dijo...

bueeeeno bue... no se ponga así que cada tanto me pego una vuelta por su boliche. Lo que pasa es que la patrona me tiene cortito.

Anónimo dijo...

NO TE ENTENDIENDO EL 90 % DE LO QUE ESCRIBISTE AQUI, CLARO, QUE QUEDA UN 10 % QUE SI.

LO UNICO QUE FUI A VER ES A SERRAT, CUANDO TENIA 17 AÑOS, Y CASUALMENTE, O INESPERADAMENTE, TUVE QUE LLEVARME EL RADIOLLAMADO DE MI VIEJO, QUE ES MEDICO, PORQUE SE LO OLVIDO EN OTRA PARTE, LO LLEVE COLGADO EN EL CINTO, PARECIA UNA DE ESAS RADIO QUE USABAN EN COMBATE,ME PERCATE QUE UNA VES EN EL CESPED, ME DI CUENTA QUE ERAN LOS MISMOS QUE USABAN LOS DE SEGURIDAD,...AHORA ENTIENDO, POR ESA RAZON FUI A CESPED, SIENDO QUE TENIA PLATEA.

Coatí dijo...

aha...
mi abuelita tenía un biombo de mimbre, como el de mi tía la que planchaba los resortes de mi madrina, la que usaba un collar de calefones

El Trufa dijo...

Si mi abuela tuviera ruedas, sería bicicleta.

speo dijo...

El nombre del grupo que tocó primero es Diana Kill.